Ropa de casa by Ignacio Martínez de Pisón

Ropa de casa by Ignacio Martínez de Pisón

autor:Ignacio Martínez de Pisón [Ignacio Martínez de Pisón]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Seix Barral
publicado: 2024-09-29T00:00:00+00:00


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La Anagrama de aquellos años cabía en una caja de cerillas. A la espera de trasladarse a un espacioso entresuelo en el número 58 de la calle Pedró de la Creu, tenía la sede en un apartamentito del 44 de esa misma calle. En ese pequeño espacio saturado de cajas de libros y humo de cigarrillos se desenvolvían como podían los siete u ocho empleados de la editorial. Entre ellos estaban María Cortés, histórica secretaria que Herralde había heredado de su padre, una mujer menuda, risueña, un poco sargenta, la única que se atrevía a llevarle la contraria, y Enrique Murillo, traductor y escritor que iniciaba por entonces una prolongada carrera de editor. Murillo había sido el primero en leer mis cuentos y el que había apadrinado su publicación. Estuvo presente en mi primer encuentro con Herralde, que tuvo algo de examen de reválida. Cuando Herralde, enterado de mi reciente licenciatura, quiso que le informara sobre la actualidad literaria italiana, quedó claro que su información era mejor y más fresca que la mía: suspendido. Cuando me preguntó por otros escritos míos y le hablé de una novela premiada en Asturias de la que pronto tendría ejemplares, su gesto se dulcificó: aprobado. En mi siguiente visita ya todo estaba decidido: en septiembre publicaría los cuentos y en diciembre la novela, había hablado con Juan Cueto para la cuestión de la autorización, solo faltaba decidir las ilustraciones de cubierta... Yo, que ni siquiera me había planteado la posibilidad de reeditar La ternura del dragón , comprendí que Herralde era de esas personas que, una vez tomada una decisión, jamás la modificaban.

Su ironía era legendaria. A los libros mal escritos les atribuía una «prosa pedregosa», a la gente patosa le diagnosticaba «comicidad involuntaria», los aburridos eran para él «la alegría de la huerta». Intercalaba con naturalidad expresiones catalanas (carcúndia, la Patum) y sobre todo francesas (nonchalante, comme d’habitude, au-dessus de la mêlée) . Algunos años después, cuando le presenté a David Trueba, que tantas satisfacciones iba a dar a la editorial, empezó a referirse a él como ton protegé . Conmigo nunca hubo afrancesamiento alguno. Hace cuatro décadas yo era para él «el joven Pisón» y a estas alturas de la vida sigo siéndolo. Cuando le oigo llamarme así, me parece estar oyendo al Herralde de entonces y vuelve a mí la primera imagen que tuve de él: una gran cabeza como esculpida en bronce, la cabellera abundante y con tendencia a erizarse, la camisa a medio abrochar, la americana con coderas, un desaliño calculado y estiloso, el cigarrillo siempre entre los dedos.

Anterior a la época en la que los agentes literarios tomaron el control de la industria, pertenece Herralde a la última generación de editores estrella, que no tenían que rendir cuentas más que a sí mismos. Como Carlos Barral, poseía una autoridad intelectual incontestable y una buena agenda de contactos internacionales. A diferencia de Barral, poseía además un fino olfato empresarial. Por eso uno duró poco al frente de su editorial y al otro solo lo ha retirado el paso del tiempo.



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